Dentro de un mundo viejo y obsoleto no
puede
crecer la naturaleza en todo su
esplendor.
Hoy quiero
recordar a aquellos chicos y chicas que suspendieron en junio y se presentan a
los exámenes de septiembre para
tratar de superar las materias que les permitan seguir sus estudios. Me refiero
a ese grupo de la población que, sin miramiento alguno, se les clasifica de
vagos, malos estudiantes, repetidores, portadores de calabazas, suspensos.
Niños y niñas que no estudian durante el curso y luego, les llegan las
consecuencias.
Tampoco
aprovechan los meses de verano para estudiar. Se dedican a pasarlo bien con sus
amigos, con su familia. Se divierten en vez de estudiar. De vez en cuando
alguien les recuerda que tienen una responsabilidad con la que no están
cumpliendo. Pero parece que hacen oídos sordos y, en el mejor de los casos,
tres días antes de los exámenes dedican todo su tiempo a ver cómo pueden
aprobar esas asignaturas que ni les van ni les vienen o, simplemente, no les
interesan lo más mínimo.
En esos
momentos de sus vidas, nadie se acuerda del profesorado que consiguió hacerles
odiar su asignatura. Profesores, si se les puede calificar de tales, que jamás
se preocuparon de conocer sus dificultades con la materia, de detectar sus
inseguridades, de ponerse a su lado y felicitar sus pequeños logros. Profesores
que se han dedicado durante el curso a resaltar los fallos, una y otra vez,
hasta demostrarles solemnemente que son unos inútiles y, les marcan en su
asignatura con el suspenso máximo al final del curso.
Los
adultos estamos para ayudar a los niños a descubrir sus potencialidades y enseñarles
a desarrollarlas. Y eso no se consigue simplemente haciéndoles repetir los
contenidos de unos programas educativos, concienzudamente diseñados para
modelar a todos con el mismo patrón. Los profesores realizan su trabajo de
forma excelente, si son capaces de hacer que su alumnado se apasione de su
asignatura de tal manera, que terminen el curso de forma sobresaliente. Cuantos
más suspensos sancionen más deberían cuestionarse su vocación educadora.
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