lunes, 27 de abril de 2015

QUIERO SER FELIZ

            Los días siguientes fueron demasiados duros para Alex. La ausencia de su abuelo le acompañaba allá por donde iba. Había pasado tantas horas con él que oía su voz en la sala de estar y en cualquier sitio de la casa. Los ruidos de la cocina lo traían a su memoria.  Muchas veces le parecía oír su nombre llamándole desde la puerta de su habitación.  Luego se hacía consciente de la situación y le embargaba una nostalgia que, de vez en cuando, le hacía saltar las lágrimas sin poderlo remediar.  En la convivencia con sus padres se había creado un silencio mayor  que el de costumbre. Todos intentaban hacerse los fuertes y evitaban hacer comentarios referentes al fallecimiento del abuelo.
            Su madre se encontraba especialmente triste, su padre guardaba largos y discretos silencios. Alex sabía que no podía hacerle las gracias que acostumbraba porque parecían fuera de tono.  En casa se había creado un vacío demasiado grande. Cuando se encerraba en su cuarto siempre recurría la tentación de tomar la consola, pero una fuerza especial le paralizaba totalmente. No se atrevía a tocarla bajo ningún pretexto. La curiosidad de conocer el resultado de puntos con el que habría terminado la partida su abuelo era un motivo muy atrayente para Alex. Si se hubiera agotado la batería jamás podría saber el resultado. Si quedase algo de carga sería suficiente para comprobar el resultado y la orientación del Mago Mangarín.
            Transcurrieron más de dos meses para que Alex se atreviese a mirar la consola. Se acercó a ella por enésima vez, con el propósito de superar el miedo que le tenía amordazado. Al tocarla con sus manos sintió la presencia de David junto a él. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo de la cabeza a los pies. Notó la mirada de su abuelo y creyó sentir la respiración detrás de sus hombros. Se giró sobre sí mismo con el deseo de reconocerlo, pero al instante se desvanecieron todas las sensaciones que había tenido. Se encontraba con la consola en sus manos, quieto, intentando pulsar el botón de encendido con una expectación inaudita. Con decisión se dijo así mismo, adelante y pulsó el botón del encendido. La consola no respondía y la pantalla permanecía apagada. Lo intentó de nuevo, el resultado fue el mismo. Buscó el cargador de batería para restablecer la energía en el aparato y lo conectó a la red eléctrica. Volvió a pulsar el botón de encendido y la pantalla se iluminó. Buscó la última partida que había jugado su abuelo y se había borrado totalmente. No había forma de localizar ninguno de los juegos que contenía anteriormente y por supuesto tampoco se encontraban aquellos con los que David había pasado tan emocionantes momentos.  Recurrió entonces al menú y seleccionó “Ayuda” con la intención de consultar al Mago. La única respuesta que halló fue la siguiente: “El Mago Mangarín lo llevas dentro de ti mismo”.  Releyó la frase y se quedó mirando a la consola atónito, sin saber qué hacer. No pudo saber el nivel al que había llegado su abuelo. Y, a partir de ahora, ¿a quién consultaría? En clase de filosofía, ¿habría alguien que le podría cargar el software? ¿Para qué lo necesita si ahora es él el Mago?
            Alex entró en un proceso de búsqueda permanente. Si soy el Mago Mangarín, ¿cuál es mi meta a partir de ahora? Sabía de la importancia de conocer hacia dónde  quiere uno llegar. Se trataba de practicarlo  y puso manos a la obra.
-Estoy muy preocupado por mí mismo. Sé que estoy en proceso de crecimiento, he oído que en la adolescencia se producen muchos cambios, aunque yo solamente me doy cuenta cuando me miro en el espejo del gran problema que tengo con el acné. Me salen muchísimos granos y todos los días me doy una crema que se supone maravillosa para el cutis, pero me veo horrible. No me extraña que las chicas no se fijen en mí. Además mi estatura, no es demasiado alta, algunos compañeros miden casi diez centímetros más. No obstante intento mejorar mi imagen ante los demás, sin embargo no estoy seguro de que tanto tiempo gastado en acicalamiento sea lo más importante. He aprendido a distinguir la obsesión por uno mismo denominado narcisismo, del proceso de maduración personal en el que se intenta ir descubriendo el camino para no quedarse en un estado infantil.  Por tanto necesito liberarme del narcisismo físico y emocional.  Vivir con este peso encima de mí me agobia un poco. Estoy descontento conmigo mismo porque en el fondo no acepto mi cuerpo tal y como es, tampoco acepto mis maneras de reaccionar ante los demás porque, a veces, soy incapaz de controlar mis emociones. Tengo que aceptar mis límites y no ser yo mismo quien me ponga barreras. Me conviene reconocer las estupendas cualidades personales, sin falso pudor, y no envidiar las que yo miro en los demás. Estoy demasiado pendiente de los juicios que hacen los otros sobre mí. Me influencia de tal manera que muchas veces me paraliza un poco. No puedo vivir a expensas de lo que diga la gente, puedo ser yo mismo. Yo tampoco puedo vivir por los demás.
 Voy a intentar concentrarme en buscar la armonía conmigo mismo para encontrar el camino de la felicidad. Quiero ser feliz.

Del libro "EL MAGO MANGARÍN"
  

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