lunes, 13 de octubre de 2014

PIQUITOS DE ORO


            No quiero matar al mensajero. Bastantes intereses existen en los poderosos como para darles razón en sus desmanes. Simplemente quiero pedir a muchos periodistas que hagan el mismo ejercicio de autocrítica que exigen a quienes se les ponen en su camino.
            He zapeado en los canales de la televisión y empezando desde el primer canal hasta el último existe un abrumador despliegue de tertulias sobre el ébola. Periodistas criticando como hienas las incompetencias, la mayoría cargados de razón, de los políticos, de los responsables de la gestión, de los protocolos utilizados, de los fallos que han producido el contagio de una mujer que hoy se encuentra entre la vida y la muerte.
            He escaneado las emisoras de radio y lo mismo. Bla, bla, bla, sobre el mismo tema. Excepto a los periodistas dedicados al deporte. Cuando es sobre el futbol incluso he notado cómo asomaba la campanilla de alguno de ellos gritando gol…durante siete respiros juntos. Creí que se habría producido un milagro para la humanidad. Pero no. Simplemente una pelota había traspasado una línea blanca marcada con yeso en el césped de un campo de futbol.
            Horas y horas de futbol, tenis, fórmula uno, motos GP, gran hermanos, chismes de famosillos y poco más. Todos los programas guiados por tantos y tantos profesionales con un piquito de oro. Así nos entretienen con noticias falaces, así duermen nuestros sentidos, así complacen a sus amos y no muerden la mano que les da de comer. Asisten a ruedas de prensa que no admiten preguntas, pues ¿a qué van? Se sabe lo que van a opinar por la marca de su empresa, ¿dónde está la libertad que pregonan?
            La noticia no es virus que padece Teresa, que ojalá salga de ésta. La noticia es que hay cuatro mil personas que han muerto por causa del mismo virus. Eso sí, de otro color, en otros países. ¿Dónde están los periodistas? Allí no los mandan sus amos. Allí no se ven imágenes, ni se oyen testimonios, ni se entierran dignamente, ni se atienden humanitariamente, ni se preocupan por los perros que conviven con el virus, ni hay manifestaciones de animalistas. Allí no es noticia la muerte.
            Dónde están esos piquitos de oro que hagan conscientes a los estados de estas situaciones. ¿Acaso en el siglo XXI todavía se tiene la creencia de que la humanidad está dividida en hombres de primera y hombres de segunda? ¿Qué enseñan en las escuelas de periodismo? ¿A ser piquitos de oro o mostrar la realidad que ayude a reflexionar sobre el bien común?

                

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